Sábado 20 de octubre, miraba por la ventana como si lo que
estuviera viendo me llamara la atención, no, una simple lluvia, una simple tormenta,
una lluvia insignificante pero importante para tantos. Seguía observando, como
las personas pasaban corriendo por la puerta de mi casa, como volaban las hojas
de los árboles y yo acá adentro, con la estufa prendida casi burlándome del
exterior.
Recibí un mensaje, era él, la persona que había cambiado mi
vida hacía 3 años, estaba completamente enamorada de ese hombre, no era
perfecto, pero sus defectos eran los que me enamoraban. Un hombre sensible,
responsable, cariñoso, el hombre que toda mujer sueña tener, pero él era mío,
eso estaba claro.
Fui a la cocina, agarré la jarra de café, una taza y me
senté frente al ordenador, estaba dispuesta a escribir mi novela, mi historia
de vida, necesitaba explayar mi imaginación en algún lado. A veces recordaba
cuando tenía 15 años y me sentaba delante de un escritorio a escribir, siempre
había sido mi sueño, que algún día mi libro estuviese en las mejores librerías
del país, era buena escribiendo, a la gente le gustaba mi forma de escribir,
tal vez porque escribía con el corazón y dejaba todas mis ideas en esas hojas. Hoy
con 32 años ese sueño sigue latente, aunque con dos hijos y un esposo para lo
que menos tengo tiempo es para escribir.
Me puse mis lentes, acerqué la silla al escritorio, enderecé
mi columna y traté de describir mi vida lo mejor posible.
CAPÍTULO 1
Era una chica normal, de esas chicas que van al colegio sin
importarles mucho su apariencia. Padres separados, con un hermano por parte de
padre. Todo el mundo me cuestiona sobre esto, digo, con respecto a la vida que
llevaba con mis padres divorciados, hay gente que se lo toma muy enserio,
básicamente esto a mi no me pasó, hoy por hoy no me puedo imaginar una vida con
mis padres juntos, y amo la vida que
llevo. Despertarme todos los días a las 7 de la mañana no era una tarea fácil,
mi madre me traía el café con leche a la cama y yo me sentaba en la cama a
tomarlo, digamos que no era mi mejor momento en el día. Llegar al colegio con
la mejor cara posible, mirar a los costados y sentirse la chica más ridícula,
pasar por el baño del colegio, echar una simple mirada hacia su interior y ver
como tus compañeras de clase se maquillan o se pasan la planchita delante del
espejo, algo que todavía no entiendo, es
decir, yo me maquillo para ir a los cumpleaños o para salir, que necesidad de
maquillarse para ir al colegio. Quince años, una adolescencia normal, nada fuera
de lugar, tenía todo lo que podía y tal vez todo lo que quería. Sentada en la
clase hablando con unas amigas esperaba al profesor de historia, en mi opinión
el mejor profesor, su manera de explicar era distinta a la de los demás, totalmente
distinta. Cursando cuarto año de secundaria, todo parecía tan difícil, estaban
casi por terminar las clases, mi situación era muy diferente a la de las demás,
no tenía materias desaprobadas, no, mis otras amigas si, y la verdad me
alegraba ser diferente en este sentido.
CONTINUARÁ
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